jueves, 14 de febrero de 2008

Relativismo...

Al hilo de las discusiones que surgieron en el seminario de ayer se me ocurrre que… El discurso de los derechos humanos es efectivamente occidental, culturalmente construido y ligado a la trayectoria socio-histórica de los países europeos (tiene su origen en los postulados de la Ilustración y en la Revolución francesa, blablabla). Ahora bien, admitiendo la arbitrariedad de los derechos humanos como producto sociohistórico y la posibilidad de una visión crítica y deconstruccionista de los mismos, hay que considerar su potencial como instrumento en la lucha contra la opresión y la injusticia, nociones, por otra parte, estrechamente ligadas también a una cierta tradición político-ética. Pero es que si nos ponemos así, de ahí no salimos! Insistir en el relativismo inherente a estos conceptos conduce a un nihilismo peligrosamente estéril. Como individuos sociales que somos no podemos evitar pensar la realidad desde unas perspectivas determinadas y no desde otras: necesitamos puntos de referencia desde los que pensar(nos) y echamos mano de los que tenemos a nuestro alcance. Esto no significa que el discurso occidental (o discursos, más bien, muchos y variaditos…) de lucha contra la injusticia deba ser adoptado de manera unívoca por todos los grupos sociales o comunidades como si fuera la biblia. Al contrario como todo producto cultural, es dinámico y está sujeto a reformulaciones, nuevas definiciones y deconstrucciones. No creo que deba ser descartado como instrumento útil que permita una reflexión crítica (sin olvidarse de ejercer la autocrítica de manera constante) sobre la sociedad y como aplicación práctica en las luchas de emancipación. No hay probablemente una única fórmula universal de resistencia, sino que las resistencias se construyen de manera múltiple y diversa. Si desde eso que llamamos “cultura occidental” existen herramientas que permiten desenmascarar prácticas de dominación y exclusión, ¿cuál es el pudor a la hora de utilizarlas? Aceptar que ciertos discursos y creencias éticas sólo son válidos a la hora de valorar y juzgar hechos de nuestra propia cultura, ¿no es caer en la trampa de la inconmensurabilidad de las culturas? ¿es lícito atacar con fuerza desinhibida las prácticas de poder y las desigualdades en las sociedades occidentales e ignorar las mismas prácticas en otras porque no nos sentimos moralmente autorizados para hacerlo (pues nos percibimos como extraños a las culturas en que se dan)? Y repito, los modos de hacer frente a las realidades opresivas son diversos y se adaptan a los contextos culturales en los que emergen, no se aboga aquí por la validez única y universal de la tradición política de resistencia occidental ni de lejos, pero no veo la necesidad de descartarla por el mero hecho, obvio, de ser un producto cultural. Debe servir junto con otras perspectivas para articular movimientos de resistencia frente a la injusticia y la explotación, fenómenos, por otra parte, mucho más globalizados que los discursos occidentales que les plantan cara. Lo que debiera haber es un diálogo continuo entre discursos de resistencia a nivel intra e inter cultural. Lo que sí se le podría reprochar al discurso de los derechos humanos, desde mi punto de vista, es ese aspecto blando y reformista de carta otorgada que tienen, al menos hoy en día, su inoperancia en la práctica y el problema de ser reivindicados no sólo desde los discursos anti-poder dominante sino también desde los propios discursos del poder… de hecho la administración Bush organizó y legitimó la invasión de Irak en base a los derechos humanos. Pero alguna referencia y no sólo a nivel ético, sino también a nivel jurídico, habrá que tener. Si no, se nos comerán los malos con patatas!!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Yaiza, primero por haber dejado todo esto por escrito. Si no, me hubiera perdido muy pronto y no poderlo leer con suficiente tiempo y tranquilidad para comprender el vocabulario que necesito consultar.
No sé si es porque no entendí bien lo hablado en la clase (entonces perdón) o porque mi “modelo mental”, y también mi conocimiento, quizá diferentes de los tuyos en este caso concreto, me hicieron hacer una interpretación diferente, y nunca podría haber pensado que aquella discusión podría implicar o conducir hacia por ejemplo el descartar el concepto de los DDHH, sino justamente a lo que has hecho escribiendo el mensaje: la deconstrucción. No veo que uno va en contra del otro, en absoluto. Para mí, el mencionar el tema de los DDHH como ejemplo, servía como una pista de desarrollarse hacia la dimensión del contexto, o la (des)contextualización en los discursos, donde CDS podrá aportar (por lo menos).
Por ejemplo una pregunta, cómo puede la gente estar contenta de que ZARA venda a 5 euros y a la vez de estar a favor de los artículos sobre la violación de los DDHH de las trabajadoras de la industria textil del tercer mundo? (Perdona que no entiendo nada de Economía - si estoy confundiendo las cosas que no se deben mezclarse, según la perspectiva de la disciplina, espero saberlo, gracias!)

Teun A. van Dijk dijo...

Excelente comentario de Nerea! Felicidades y gracias. Totalmente de acuerdo.

Hay que recordar, creo yo, que un buen principio de un relativismo consecuente y responsable es que también el relativismo mismo tiene que ser relativo. Eso implica que dentro de un contexto (tiempo, lugar, circonstancias, etc.) específico, por supuesto podemos aceptar principios (éticos) de DDHH sobre que hay consenso internacional - principios que por supuesto siempre hay que analizar criticamente, y nunca aplicar ciegamente.

Una de las tareas importantes del ECD es analizar criticamente todos los discursos (y antidiscursos) e ideologías sobre DDHH.